Alternativas en la enseñanza del tiempo: legados
de la pervivencia indígena
ALTERNATIVES
IN THE TEACHING OF THE TIME.PROPOSALS FROM INDIGENOUS SURVIVAL
Cielo Andrea Velandia Pérez*
Alcira Aguilera- Morales**
*
Profesora Investigadora, Licenciatura en Educación Infantil, Universidad
Pedagógica Nacional. Correo electrónico: cavelandiap@pedagogica.edu.co. ORCID:0009-0006-5465-6250
**
Profesora Titular Universidad Pedagógica Nacional Correo electrónico: aamorales@pedagogica.edu.co ORCID: 0000-0002-3167-1777
Fecha de
Recepción: 21/03/2024
Fecha de Aprobación: 01/06/2024
DOI: http://doi.org/10.61447/20240601/art01
Citar artículo como: Velandia Pérez, C. A.,
& Aguilera Morales, A. (2024). Alternativas en la enseñanza del tiempo:
legados de la pervivencia indígena. Discimus. Revista Digital De
Educación, 3(1), 9-38. https://doi.org/10.61447/20240601/art01
Resumen
El
artículo es producto de la investigación titulada La Tradición oral sobre el Andar del Tiempo: el lugar de
la pervivencia de niños y niñas de la Institución Educativa Indígena El Mesón-
(INEIM)”, financiada por el CIUP- UPN. En ella se indaga por la
formación de nociones temporales en las infancias indígenas, aspecto que nos
llevó a rastrear nociones temporales propias, construidas por las comunidades.
Esta investigación de tipo cualitativo se basó en la revisión documental:
hemerográfica, de archivo, investigaciones y trabajos de grado de los pueblos
originarios Nasa. Los hallazgos que se presentan obedecen a la identificación
de tres registros temporales, que han incidido en la enseñanza y comprensión
del tiempo y el pasado. Allí se ubica como alternativa y potencia la noción del
andar en el tiempo Nasa, construida
desde la INEM, la cual expresa una relación del tiempo con el cuidado de la
vida. En el apartado conclusivo se recupera los aprendizajes de las nociones
temporales asociadas al andar en el tiempo propio y sus posibilidades en los
escenarios escolares actuales.
Palabras clave
Enseñanza de
la historia, tiempo, infancia indígena, educación
indígena.
Abstract
The
article, the partial product of research, raises the question of the teaching
of history in relation to childhood, an aspect that led us to trace our own
temporal notions, built by indigenous communities, expressed in practices that
account for their struggle for survival. This qualitative research was based on
documentary review, workshops, and interviews. The findings that are presented
are due to the analysis of the documentary review, identifying three temporary
records, which have influenced the formation of boys and girls from the
understanding of time and the past. In the concluding section, the learning of
temporal notions associated with walking in one's own time is recovered.
Keywords
History teaching, time,
indigenous childhood, indigenous education.
ALTERNATIVAS EN LA ENSEÑANZA DEL
TIEMPO:LEGADOS DE LA PERVIVENCIA INDÍGENA
La enseñanza de la historia en la educación infantil ha sido una
preocupación que hace más de dos décadas, atraviesa nuestro papel como
formadoras de las futuras maestras de educación infantil. Desde este campo
investigativo, adelantamos la búsqueda de alternativas, que permitan asumir a
niños y niñas como sujetos de conocimiento, del ejercicio político (Velandia y
Aguilera, 2023), por tanto, de las transformaciones sociales que se vienen
dando en nuestra América de la mano de los pueblos originarios.
Los rastreos que hemos venido aportando en este campo de estudio,
han permitido identificar vacíos y tensiones, a la hora de adelantar y proponer
abordajes didácticos, curriculares y teóricos de la enseñanza de la historia
con la población infantil (González y Aguilera-Morales, 2009; Aguilera-Morales
y Aguilera, 2019; Aguilera, 2017), en las que se mantiene una historia de
proceres y efemérides, con un único relato civilizador, monocultural,
ejemplarizante y moralizante. A partir de estos discursos se ha impuesto una
manera de enseñar la historia oficial que negó e intento borrar la historia de
los pueblos originarios (Turra- Díaz, 2015; Bermúdez y Téllez, 2018). Esta
realidad escolar, aterriza en las aulas colombianas y nos permite preguntarnos
si ¿habrá una enseñanza del tiempo no convencional enmarcada en formar la lucha
por la pervivencia de la infancia indígena? Pregunta, que nos llevó a reconocer
comprensiones temporales propias, que aún se mantienen en comunidades indígenas
Nasa del Cauca, en Colombia.
Para entender su potencia se aborda, en primer lugar, las nociones
temporales heredadas del mundo europeo que inciden en cómo aproximamos a los
niños y niñas al tiempo, el pasado y la historia escolar. Allí se presenta las
nociones de meses, días y horas que se abordan en la escuela formal.
En segundo lugar, se recupera nociones temporales que se
manifiestan aún en algunos pueblos originarios de nuestra América. En ellos, se
da cuenta de temporalidades y cotidianidades distintas a las impuestas por
occidente, expresadas en las relaciones que tejen los pueblos con sus seres
espirituales, con la madre tierra- Pachamama, en las que tiempo, espacio y vida
se entienden cómo lo mismo, por ello se cuidan, pues conjuntamente encarnan la
existencia misma.
En el último aspecto, se presenta las nociones temporales propias
de la Institución Educativa Indígena El Mesón- INEIM, Cauca, que denomina el andar
en el tiempo. Allí se da cuenta de las nociones temporales que perviven en
la lucha de un pueblo, mismas que hacen parte de la propuesta educativa y
curricular, articulada a la Educación propia, liderada por el Consejo Regional
indígena del Cauca- CRIC-, a través de su Programa de Educación Bilingüe
Intercultural-PEBI. Desde el andar en el tiempo se concluye las relaciones que
pueden tejer niños y niñas con la defensa de la vida, es decir con la
pervivencia.
MÉTODOS
El enigmático tiempo, expresa en nuestras sociedades diferentes
maneras y experiencias que regulan, constriñen y definen lo que hacemos. El
tiempo representado en calendarios permitió calcular nuestros años de
existencia, con esta invención supimos de una hora, un mes y un día para marcar
el inicio o fin de un acontecimiento social.
De acuerdo con Elías (2010), la invención de la noción de tiempo
no solo estableció esas nuevas regulaciones y coacciones de las actividades
humanas, principalmente para establecer las horas laborales, sino que además
impuso una noción física, que se conoce principalmente en los husos horarios y
el mecanismo del reloj. Con ello, en el ámbito escolar se suele separar la
experiencia temporal, en un asunto físico distinto del social, aunque “al
operar con el tiempo siempre están en juego hombres en su entorno; esto es,
procesos sociales al mismo tiempo que físicos” (p, 34). De manera que hablamos
de tiempo como una elaboración y experiencia que regula decisiones, vidas y
destinos de lo humano.
Paradójicamente, los adultos solemos experimentarlo en permanente
déficit: ‘no tengo tiempo’, ‘no me alcanza el tiempo’, ‘el tiempo pasa veloz’,
‘cómo ha pasado el tiempo’. Mientras la noción del tiempo en los niños es la
del juego, el gozo, la risa, o la burla como ejercicio de resistencia
(Aguilera, 2023), la del adulto parece ser la del ahorro, la producción, la
ganancia, el sin sentido. Siendo una noción tan reciente, es la que logra
imponerse, pese a que, durante la mayor parte de la vida humana, sobrevivimos
sin calendarios ni relojes (Elías, 2010).
En las indagaciones sobre el origen de las nociones temporales,
Cristòfol Trepat (2006), menciona que las observaciones de la luna y sol dieron
nacimiento a las primeras medidas asociadas a los tiempos de cosecha, caza y
protección frente al clima adverso. Al revisar el rastreo sobre las primeras
divisiones del tiempo establecidas por la humanidad que nos presenta Restrepo
(2022), se puede inferir que los calendarios más antiguos se constituyeron
principalmente gracias a la regularidad que encontraban en los ciclos lunares,
así el calendario más antiguo, el fenicio, era lunar y celebraba principalmente
la llegada de la luna nueva. De igual manera los calendarios de los babilonios,
hebreos [3761 ac], árabes o calendario mahometano, y el romano, contaron inicialmente
con calendarios lunares, de 354 días.
En el caso de las civilizaciones Incas y Azteca, se registra la
existencia de calendarios que también se aproximaban a las mediciones del
tiempo astronómico de hoy en día. Según Restrepo (2022) sus calendarios eran
solares, de 365 días, encontrando similitudes con los primeros esfuerzos por
coordinar los ciclos lunares y solares, que datan de antes del año 2.608 ac en
la Cultura China.
Esta síntesis, que le llevó siglos a la humanidad, en nombrar y
entender el tiempo lunar, implicó la creación de medidores temporales, los
procesos de datación o de fechar, a través de los cuales se estableció maneras
de controlar procesos productivos, mercantiles, que dejaron poco espacio para
el ritual, la vida espiritual y el gozo. Es en este plano del mundo mercantil y
de la necesidad de controlar las actividades humanas productivas que se crean
medidores temporales para regular el pago y recaudo de tributos, intereses y
salarios, el cumplimiento de contratos y horarios laborales, las obligaciones y
los reducidos momentos de descanso.
La consolidación del calendario que nos rige actualmente sufrió
varios cambios en la segunda mitad del S.XVI, algunos obedecieron a caprichos
que no necesariamente coincidían con aspectos vitales o propios de la
naturaleza. Por ejemplo, en Francia en 1563, por disposición del rey Carlos IX,
se impuso como fecha de inicio del año el 1 de enero, y aunque esta decisión
entró en vigor en 1566 con ella se rompió la tradición de iniciar el año con
“la fiesta de Pascua” (Elías, 2010). El 1° de enero no necesariamente coincide
con un fenómeno natural o espiritual, pero a partir de allí iniciaría el nuevo
año. Pasarían más de tres lustros para que se estableciera de manera definitiva
el calendario gregoriano, dado que fue el papa Gregorio XIII quién ordenaría
modificar el calendario juliano, “eliminó diez días del año 1582 y decretó que
después del día 4 de octubre, no viniera el 5 sino el 15” (Trepat, 2006.p
29). Esta sería la última reforma
calendárica, que haría que el año social coincidiera con el tiempo solar.
Estas nociones temporales estuvieron en nuestra escolaridad
inicial, cuántos de nosotros tuvimos que elaborar la maqueta del reloj para
identificar segundero, minutero y horario, sin tener idea de que es el paso del
sol y la luna quienes rigen los cambios temporales; o, cumplir los horarios de
clase que designaban las materias a ver cada día de la semana o simplemente
escribir las fechas importantes de la patria, sin entender todo lo que
atraviesa en nuestras vidas, la experiencia del tiempo.
De este proceso se terminó heredando los nombres y distribución de
los actuales meses del calendario de los antiguos romanos. Algunos datos sobre
las nominación y días destinados a cada mes se recrean en el siguiente cuadro.
Tabla 1. Nominaciones de los meses.
Mes |
Su ubicación en el calendario juliano |
Nombre Actual Gregoriano. |
Los meses Incas Guaman Poma de Ayala Finales S.XVI |
Calendario Aymara. Grebe, 1990. |
Enero |
Es posible que enero derive del latín ianua, que
significa puerta, porque abre el año. |
Mes dedicado al dios Jano, dios romano que
enseñó la moneda y la navegación. |
Cápac Raymi Caymai Quilla- Penitencia y ayuno del
Inga. Se hacían procesiones y estaciones en los templos del sol y la luna. |
Enero es jallo-pajsi, “mes de las lluvias”. |
Febrero |
Era el último mes del año |
Recibe este nombre por las fiestas romanas febrauri, de
purificación, las cuales se realizaban al finalizar el año. |
Paucar Uaray Quilla- Sacrificio con oro, plata y ganados
ofrendados al sol, la luna, estrellas y otros dioses. |
Febrero es jallo-pacoya, “mes de lluvia plena y fuerte”. |
Marzo |
Primer mes Hasta el año 153 a.c, este era el primer mes del
año, según el calendario romano. |
Se toma su nombre dedicado a Marte el Dios de la
Guerra, debido a su color rojizo. |
Pacha Pucuy Quilla. Sacrificar con este carnero
negro. Época de ayuno y ceremonias. En este mes cesan de hambre, los ganados ya están
gordos, abunda los pastizales. |
Marzo es chojna- timbo o kora- timbo, “mes
de pasto verde”. |
Abril |
Segundo mes. Se puede considerar que este nombre proviene de la palabra
védica àparas, que significa el siguiente al primer mes. |
Quizá su nombre proviene del latín aper que significa
Jabalí, animal venerado por los romanos. |
Inca Raymi Quilla, fiesta del Inca, se ofrecen carneros a los
dioses, tenían grandes fiestas en todo el reino. Las aves y ratones tienen
comida. |
Abril, es pasco-timbo, “mes de cosecha”. |
Mayo |
Tercer mes |
Su nombre se decía a una de las pléyades, Maya,
la madre del dios Hermes o Mercurio. |
Aymoray Quilla. Se ofrecen otros ganados pintados
de colores. Se recoge y deposita la comida, se guarda en casa o depósitos. Se
visita a las comunidades, se da comida para almacenar y que haya durante todo
el año, evitando hambrunas. |
Mayo es chiji-timbo, “mes de frío”. |
Junio |
Cuarto mes |
Su nombre está dedicado a la diosa Juno, esposa de
Júpiter y protectora de las mujeres. |
Cuzqui Quilla, fiesta del Inti Raymi, se enterraba el sacrificio
de nombre capachocha “que enterraban a los niños inocentes, quinientos, y
mucho oro y plata y mullo” (175), todo ello se ofrenda al sol para que haya
abundancia de comida para todos. |
Junio es wari-kasaya,” mes cuando la vicuña grita con el
frío”. |
Julio |
Quinto mes. Antes de la reforma del calendario hecha por Julio
César, este mes se llamaba quintilis (el quinto). |
Su nombre es introducido por Julio César (100- 44
a.C), en honor a él mismo, de allí el nombre Julio, con 31 días. |
Chaera Conacuy. Se visitan las cementeras y
chacaras. Se sacrifican carneros y cuyes para que el sol ni las aguas dañen
las cementeras y chácaras. |
Julio es kala- takaya, término
que significa “mes cuando las piedras revientan con el frío y la vicuña
revienta, muere y después revive. |
Agosto |
Sexto mes Hasta la época de Octavio este mes era denominado sextilis (el
sexto), pero el primer emperador romano Octavio Augusto (27 a.- 14 d.C),
queriendo emular a Julio César, quiso tener un mes con su nombre. |
Agosto, en vanidad del emperador Augusto, quién también le
asigno 31 días. |
Chacrayapuy Quilla. Mes de trabajo, arado, alistamiento de la
tierra para la siembra de maíz. Fiesta de la labranza del Inga, bene en
minga, comen, cantan y se comienza la siembra del maíz hasta el mes de enero. |
Agosto es junta -pajsi, que significa “mes abrigado”. |
Septiembre |
Séptimo mes. Es el séptimo mes en concordancia con
el primer calendario Romano que iniciaba el primero de marzo. |
Noveno mes del año. |
Coya Raymi Quilla. Este mes se llama Coya Raymi por la gran fiesta a
la luna, Coya y señora del sol. Coya es reina y Raymi, gran fiesta. En este mes se manda sacar las enfermedades y
pestes del reino, se riegan y limpian las casas y calles con agua. |
Septiembre es llapu-chaja, “mes de chacra
o siembra de quínoa”. |
Octubre |
Octavo mes. En latín octavus significa octavo. |
Décimo mes del año. |
Uma Raymi Quilla. Se sacrifican las uacas, principales ídolos y
dioses, pidiendo agua al cielo. |
Octubre es llabi-timbo, “mes de esquila de lana”, |
Noviembre |
Noveno mes. En latín noven significa noveno |
Onceavo mes del año. |
Aya Marcay Quilla. Mes de los difuntos. Era el mes
de sacar los difuntos de sus bóvedas para beber, comer, vestirlos y adornos
de plumas en la cabeza, cantar y danzar con ellos. |
Noviembre es finado- timbo, “mes de los ritos
dedicados a los difuntos”. |
Diciembre |
Décimo mes. Del latín decem, diez. |
Hoy es el doceavo mes |
Cápac Inti Raymi. Mes de
la gran fiesta y pascua solemne del sol. Él es el rey de todo. |
Diciembre es fiesta- timbo, “mes de las fiestas
patronales en Isluga”. |
Elaboración adaptada de la propuesta de Trepat (2006). Incluimos
las últimas dos columnas para hacer mención a las nominaciones de los tiempos-
épocas, en los calendarios andinos. El color verde marca el inicio del año en
cada calendario.
Estas nociones temporales, también tendrán lugar en la comprensión
e imposición de un tiempo lineal, surcado por la concepción judeocristiana,
representada en la espera de la parusía, es decir la segunda venida de Jesús y
el fin de este mundo, concreción teleológica de un tiempo destinado a alcanzar
la salvación. De acuerdo con Wolfgang (2015), es un tiempo que en las
sociedades actuales define unos hechos que ocurren de manera irreversible,
únicos y no repetibles, tienen un inicio y un fin. A este orden
lineal de todos los eventos observados le llamamos cronología y lo
representamos con una flecha o línea de tiempo. Esta noción es la base para la
historia y la idea de desarrollo. (Wolfgang, 2015 p. 39)
Con ella también se hereda las distribuciones y nominaciones de
los días de la semana. Según Trepat (2006), son los hebreos quienes distribuyen
sus meses, en semanas de siete días, al asociar el número siete con un evento
sagrado, la creación del mundo que fue en seis días y el séptimo fue de
descanso para Dios. Esta distribución aparece datada más o menos desde el siglo
III d. c. Sin embargo, los nombres de sus días se retoman de mitos romanos así:
Figura 1. Días de la semana y su nominación según la mitología
romana
Estas primeras elaboraciones de la semana eran distintas a las de
algunos pueblos originarios de nuestra América, pues, como lo menciona Guama
Poma de Ayala, estos pueblos tenían semanas de diez días y meses de treinta.
En este apartado se retoma algunas nociones temporales, que
permanecen y han resignificado algunos pueblos originarios y campesinos de
nuestra América. Ellos expresan la resistencia, la preservación y mantenimiento
de comprensiones temporales propias, que distan de las gregorianas. Se expresan
en prácticas, rituales, formas de vida que registran momentos para renovar,
vivir y no sólo producir en términos mercantilistas.
En el mito de la creación, en la Grecia antigua, el tiempo se
concibe como el devorador de la vida, en razón a que Gaia – la Tierra- busca
salvar a sus hijos de ser devorados por su padre Urano – El Cielo-. Entre sus
hijos se encontraba Cronos, quien “con una hoz le corta los genitales a
su padre y los arroja al mar” (Llanos, 2011. p 216). Así, Cronos, el nuevo dios
de los dioses, hizo lo mismo que su padre, comer a cada uno de sus hijos por
temor a que le fuera arrebatado el trono. De esta manera vemos en Cronos el
dios que devora el tiempo, la vida. Cronos refleja un tiempo que avanza y no
regresa, unas secuencias separadas por un orden establecido que diferencia el
pasado, presente y futuro.
Contraria a la imagen de cronos, podríamos destacar las
concepciones del tiempo andino, una mirada que relaciona el estar del hombre
vinculado a la madre naturaleza. Un tiempo que se asocia a la producción y
cuidado de la vida. Veamos algunas metáforas que lo explican de mejor manera.
El tiempo circular
A diferencia de la imagen lineal del tiempo heredado de la visión
gregoriana, es recurrente encontrar que, en los sentires de los pueblos
indígenas, el tiempo es cíclico y se representa en espiral. En los ciclos encontramos la posibilidad de
que un hecho se va a encontrar en otro momento, en el después, es
volverse frente a él (Puech [1958] citado por Wolfgang, 2015), un tiempo que se
conecta con principios cosmogónicos al estar relacionado con el cosmos, los
fenómenos y la naturaleza.
Por ejemplo, la invención del calendario Maya está asociado a los
nueve meses de gestación, un vínculo que se relaciona con la ciclicidad de la
menstruación femenina y las fases lunares (Restrepo, 2022). Esta medida temporal es una representación de
la relación entre hombres, mujeres y naturaleza, evidenciando su conexión con
las divinidades. De estas relaciones el calendario alcanzó las siguientes
precisiones:
los tunes o años de 360 días, los años aproximados de 365 días
(llamados en ocasiones haab), las lunaciones y las revoluciones sinódicas de
los planetas, se coordinaban con la cuenta de 260 días, generalmente conocida
como tzolkin, gracias al empleo de los mínimos múltiplos, comunes a este
periodo y a las otras medidas astronómicas. Esta cuenta de 260 días, posesión
de todos los pueblos de alta cultura del México antiguo, había llegado a ser
para los mayas elemento fundamental en sus cómputos (León- Portilla, 2018. p
25)
Siendo así, el año ritual de 260 días (20 X13) correspondiente al
ciclo de gestación de 9 meses. En el caso de los Aztecas, contar los días,
significó la ruta para leer al sol. Esta nación se regía por el calendario
denominado Xihuitl, de 365 días, divididos en 18 cempohuallis de
20 días cada -360 días-, más 5 que son los últimos cinco días del año. A su
vez, combinando el xihuitl y el tonalpohaull se sacaba el gran
ciclo de 52 años que sirvió al azteca para concebir “el tiempo como una
sucesión infinita de períodos de 52 años” (Restrepo, 2022. p 27). Este
movimiento temporal se representa con la Piedra del Sol, así:
Imagen 1: La Piedra del Sol o Calendario Azteca.
Tomado de: Ocampo y Bidon-Chanal, 1981
En esta representación cíclica del tiempo, hay cuatro momentos
asociados a las creencias y cosmogonías de estos pueblos. Allí, el paso del
sol, con relación a los sucesos astronómicos, da cuenta de sus narrativas.
Ejemplo de ello, se evidencia en las lecturas de las Pleyades y la Vía Láctea,
los cuales se definen como el camino celeste de dos dioses: Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca, asociados al día y la noche, que según Ocampo y Bidon-Chanal
(1974), se identifican como opuestos. Estos relatos muestran un tiempo marcado
por los pasos de las deidades, son ellos y ellas quienes guiaban la
cotidianidad de las gentes.
Los Incas también dieron cuenta de esta mirada cíclica del tiempo.
El imperio, tenía el año solar de 365 días, de 12 meses de 30 días y 5 días
complementarios. Allí, establecían sus
fiestas de acuerdo con los equinoccios, “Para fijar las fechas exactas del año
y meses, Pachacútec dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados
al este de la llacta de Cuzco, llamados sucangas” (Restrepo, 2022.p 28). Estos
astros influían en los destinos y orientaciones de los hombres.
Hoy en día, algunas comunidades campesinas se refieren a
comprensiones del tiempo desde la cosmovisión andina. Se hace alusiones a
imágenes representadas de manera cíclica, circular, en movimiento, dando
vueltas, girando. Todas ellas imágenes que no se recogen en las concepciones
lineales, y muchas veces cronológicas, que usamos en el mundo escolar
formal. Estas representaciones
temporales, no están disociadas del espacio, en ellas espacio y tiempo son lo
mismo, un tiempo de vida en sí mismo, que no se expresa en una única visión
teleológico o del progreso, sino en una “concepción cíclica del tiempo aymara
es representada por un círculo o rueda que gira en movimiento perpetuo” (Grebe
1990. p 64).
El movimiento perpetuo, cíclico, es concebido como un recorrido,
que se da gracias a las expresiones, conversaciones, relaciones entre las
diferentes colectividades humanas, los seres espirituales y sagrados, la vida
de la madre tierra- naturaleza, en un caminar del tiempo que no se entiende sin
estas relaciones. Por ello su mirada no se condensa sólo en el tiempo físico.
Al decir de Arohuillca y Díaz (2006), “El calendario andino es un tejido
chacarero vivo constituido por ayllus –colectividad humana, natural y sagrada-
que caminan rotando y al que en su recorrido le suceden acontecimientos que son
expresión de finas y sutiles conversaciones entre sus integrantes”. (p 27). Es
en ese tejido conjunto que se recrea en el día y la noche, donde se expresan
formas de pedir consejo y agradecer la vida que se teje en esas relaciones.
El calendario anual andino refiere entonces a la sabiduría
ancestral, y su relación con las orientaciones y decisiones para sostener la
vida, expresada en los momentos de siembra, crianza de animales, sanación y
preparación de la medicina, así como de elaboración de tejido, artesanías y
celebración de rituales entre otros elementos propios de cada comunidad andina
(Apaza Espillico, 2006; Grebe, 1990).
Estas relaciones con un tiempo circular, no lineal, que responde a
ciclos que reproducen y preservan la vida, se asocia con un andar del tiempo
contrario a las manecillas del reloj. Ello se retoma de dos elementos que
aparecen en las comprensiones temporales de algunos pueblos indígenas. El
primero se refiere a que se alude a un pasado que es futuro, que va delante, un
pasado que no ha sido, así se expresa en el pensamiento Guambiano y Nasa
(Llanos, 2011; Findji, 2019). En el caso Aymara, el tiempo va contrario a las
manecillas del reloj, también asociado a sus cosmovisiones, representado así,
porque en ese sentido danza el mallku o espíritu de la montaña, pues el
movimiento de dirección de los punteros del reloj representa una terminación o
cierre (Grebe, 1990). En este mismo
sentido, las comunidades Aymaras en Puno- Perú, mencionan lo siguiente,
(...) es necesario orientar la direccionalidad con que se rige el
tiempo en el mundo andino. Por tanto, se debe graficar la orientación en
sentido contrario al reloj, utilizando flechas en torno al calendario el cual
muestra el ciclo regenerativo y recreativo de la vida del Andes. (Cutipa
Flores, 2006. p 76)
Aunque no sea una concepción generalizable
en los Andes, lo claro es que sobrevive en varias comunidades indígenas y
campesinas. Y podemos considerar que es una comprensión temporal que responde
al sentido en que camina la tierra, entre tanto rota de izquierda a derecha.
Refiere así, a un tiempo que camina en armonía con los pasos de la tierra, del
andar del sol y la luna.
Tiempos rituales y festivos.
Atender los ritmos e intensidades propias
que marca el tiempo en su relación con los seres de la naturaleza, humanos y
astrales, se asocia al establecimiento de momentos para la celebración, los
pagamentos y agradecimientos. Allí también se encuentra especificidades en
varias zonas andinas del hoy. Si bien, en las zonas estacionales se habla de
cuatro tiempos, diferenciados por las estaciones que se marcan de acuerdo a los
equinoccios y solsticios: primavera, verano, otoño e invierno, en nuestra
región andina latinoamericana se encuentran algunas particularidades que se
recogen en los ritmos de la madre tierra, en los ciclos y orientaciones de los
seres espirituales que conviven en ella.
Así, en algunas comunidades Aymara chilenas, el año tiene una
bipartición, cada una coincide con los solsticios de invierno y verano:
se distinguen ambas divisiones por el inti-kutji, del 24 de
junio, solsticio de invierno a partir del cual se inicia el nuevo año andino y
son más largos los días, y el inti -hiska, el 24 de diciembre, solsticio
de verano (...) Otra bipartición se marca por la trashumancia estacional del
ganado, que no coinciden con los solsticios. Son el costeo, o chiji-timbo,
en el cual el ganado baja a la precordillera en la estación de mal tiempo y
vientos (marzo-octubre), y el pasteo o junto-timbo, en el que el ganado
sube al altiplano, es la estación del buen tiempo (octubre-marzo) (Grebe, 1990.
p 78).
De igual manera los calendarios agrícolas y festivos de
comunidades ecuatorianas se reparte en dos partes, tiempo seco y tiempo
lluvioso (Costilla Rojas, 2006). A esta división Carrillo, Jaulis y Nuñez
(2006), le denominan chaupi, que significa el punto medio de dos partes
iguales y que se expresa en la mitad del año andino en la que se celebra el
sagrado ritual “Es el chaupi wata, en el que el Tayta inti es anciano y los
humanos tienen que ayudarlo mediante rituales (…) el chaupi en períodos largos
es pasar de la muerte al nacimiento, del descanso a la regeneración” (p
18). Encontramos que el andar del sol,
en su relación con la tierra marca esos tiempos festivos y rituales, que para
algunas comunidades se expresa en dos grandes momentos, mientras que en las que
ocupan las zonas más tropicales se representa en cuatro.
Según Barrera (2022), estos momentos, en las zonas ecuatoriales,
hablan de la organización política, cultural, social y económica de los pueblos
originarios. Al respecto el autor menciona: 1) La celebración del Kulla
Raymi, fiesta que coincide con el equinoccio de verano- 21 de septiembre.
En este momento se prepara la tierra para el cultivo, consintiéndola,
hablándole, mimándola. Por ello se considera una fiesta femenina en honor a la
Pachamama. Este momento de cultivar, se concibe como una práctica de crianza,
por ello trasciende el mero interés económico para ser amigable con la madre
tierra. 2) Celebración del Kapak Raymi, solsticio de verano- 21 de
diciembre-, tiempo del crecimiento de las siembras. 3) Celebración del Pawkar
Raymi, 21 de marzo – equinoccio de invierno-. Esta fiesta se considera
masculina, momento de florecimiento. En este tiempo se dan prácticas como el
deshierbe, para acelerar el crecimiento del maíz y lograr los primeros granos;
“El Pawkar Raymi giraba alrededor del Tumarina, ritual manifestado por el acto
de dar bendiciones a las personas para que tengan abundancia en la vida”.
(Barrera, 2022. p 52). Y, 4) celebración del Inti Raymi o la gran fiesta
del sol, que coincide con el solsticio de verano, 21 de junio. En este momento
finaliza el periodo agrícola y con él se da tiempo de descanso a la madre
tierra, se festeja la armonía entre seres humanos, naturaleza y el alimento
obtenido.
Este ciclo anual, en comunidades Aymaras chilenas, se representa
de manera especial el lugar del sol, pues sin él no habría vida, él lo da todo,
por ello se le da rostro humano, en un calendario circular, que como ya se
mencionó representa un movimiento perpetuo.
Imagen
2: El Ciclo anual de la cultura Aymara
Tomado de Grebe (1990)
Este tiempo andino, producto de la conversa con la madre tierra,
los astros, seres humanos y espirituales, no se puede entender sin el paso de
la luna. Así como el sol orienta los ciclos de vida anuales, la luna, su
compañera, está presente en la definición de la vida cada mes del año. Ella
está asociada también a los ciclos agrícolas, pastoriles y a la trashumancia de
los rebaños (Grebe, 1990). Pero también orienta los momentos del tejido,
practica ancestral en la que se define los tiempos para esquilar, teñir y tejer
(Arriata, 2006), así como definir o tomar decisiones.
En la mayoría de las concepciones de las actividades regidas por
este astro, se encuentra que la luna nueva, o luna muerta se asocia a momentos
de descanso, en los que no es favorable iniciar actividades relacionadas con la
vida: sembrar, fecundar o fertilizar. Es
momento en que muere la luna para renovar sus energías por ello no se aconseja
actividades de vida (Grebe, 1990; Pelayo, Jaulis y Núñez, 2006). De hecho, en
el calendario Inca, los astros “ejercían influencia en la vida de los seres
humanos, y aseguraban que revelaban algo para los hombres” (Restrepo, 2022. p
32).
Este rastreo inicial da cuenta de nociones temporales que vinculan
la vida, lo espiritual, lo festivo y el tiempo representado en la lectura de
las relaciones de lo humano- la madre tierra- los astros, para mantener una
relación que potencia los momentos de dar y mantener las semillas, los
alimentos, la fecundación, entre otros.
Motivos ellos para retomar su enseñanza en las cotidianidades de niños y
niñas de las urbes, pero también de las zonas rurales, para reivindicar un
tiempo que cuida y está asociado a la preservación de la vida
RESULTADOS
El tiempo en espiral se entreteje
con el vínculo entre los seres espirituales y el hombre. Entre los hallazgos
rastreados, significa un acercamiento a los procesos que adelanta el pueblo
Nasa en el departamento del Cauca, en la Institución Educativa Indígena El
Mesón- INEIM. Para ellos, hablar de tiempo es hablar de pervivencia en tanto se
está de la mano con la Uma Kiwe (La Madre Tierra). La naturaleza es un
ser vivo, constituida por seres espirituales que da dones y permite vivir, es
ella quien ayuda a trazar los caminos temporales. Un vínculo que significa una
fuerza energética que permite comprender el cosmos y las relaciones que se dan.
“Este entendimiento se produce por medio de la activación de los sueños, las
pulsaciones del cuerpo, escucha, visión, olfato, tacto entre otros, que
permiten identificar, construir, valorar el significado de lo que nos rodea” (Finscue, 2019. p 283).
Al ahondar en la experiencia de
los pueblos indígenas en Colombia, nos situamos en el Resguardo Indígena de
Honduras, en el territorio ancestral Uh Wala Vikc en El Mesón de Morales.
Habitado por parte de la comunidad Nasa del Cauca, los relatos de la región
permiten comprender las experiencias que nutren las cosmovisiones de la
comunidad y la concepción del tiempo. Son ellos y ellas quienes narran cómo los
ciclos naturales, en diálogo con la protección y cuidado de la madre tierra,
dan sentido a unas temporalidades que no se limitan a la mirada gregoriana del
calendario; para ellos y ellas “el tiempo no es cronológico ni el espacio
simplemente físico” (Osorio, 2007. p 109)
De esta manera, el tiempo y el
espacio, bajo la cosmovisión Nasa, dan lugar a formas diferentes a las
convencionales, escapan de las concepciones y mediciones. Comprensiones
milenarias que llaman a la naturaleza, a escucharla y conocerla:
Para los pueblos originarios el tiempo no se mira desligado de la
cotidianidad de las plantas, los animales, las estrellas, el cielo, el agua…
Hace parte de la concepción del andar, que en la manera como se vive la Tierra,
volviéndola el territorio. (Asociación Juan Tama, 2020. p 34)
Esta afirmación muestra la relación con la Uma Kiwe y
las señales del cosmos que, como caminos, se materializan en la mirada temporal
y espacial en vínculo con los sentidos espirituales. Denominado el Andar en
el tiempo, esta ruta temporal da cuenta de un calendario propio que
representa la continuidad de su paso en ciclicidad. El Andar en el tiempo
refiere a los recorridos de la luna y el sol, es decir, que tiene en cuenta las
fases para entender el trasegar del día y de la noche en diferentes épocas,
allí están inmersos momentos y seres espirituales, que orientan las acciones que adelanta el pueblo.
Imagen 3. El andar del sol.
Tomado de: CRIC- PEBI, 2016.
Al igual que en las prácticas de
los pueblos andinos, el andar del tiempo ubica los cuatro momentos del sol.
Allí el astro sale cuatro veces al año, en tres sitios o filos diferentes de
las montañas. Así configura dos tiempos grandes de aguacero y dos tiempos
grandes de sol durante el año. (CRIC- PEBI 2016. P 12). Tal como lo expone el
mayor Joaquín Viluche en la imagen 3, su camino de sur a norte y de norte a sur
da una lectura del caminar. Para ellos, el punto en el que nace y se oculta
muestra su posición en relación con la tierra y es una señal que los mayores
saben interpretar (Comunicación personal Profesor William Bermúdez, junio de
2023).
Esta representación marcada por los andares del sol y la luna,
muestran los ritmos del cosmos que inciden en las
cosechas, en los comportamientos de las personas y de los animales. En su
representación, el pueblo Nasa traza un rombo y en su interior ubican la
espiral, la cual da cuenta del vínculo con el territorio y en el que transita
un pasado vivo, un pasado que representa el futuro al que se anda. Esta figura
recuerda a la cosmovisión Nasa el inicio y permanencia en el tiempo, de allí es
posible distinguir cuatro esquinas que identifican las épocas solares. La
imagen 4, corresponde a la representación del andar del tiempo de los niños y
niñas de la sede San José de la Institución Educativa Indígena El Mesón.
En la figura las dinamizadoras y
estudiantes registran cuatro bastones diferentes (oro, bronce, plata y chonta),
cada una corresponde al sol, la tierra y la luna. Al unir los bastones en forma
de rombo se encuentran los cuatro momentos relacionados con los cuatro seres
espirituales (agua, fuego, viento y tierra) y, a la vez a los rituales mayores,
de los cuales se hablará más adelante. Esta figura, es la representación
concreta del andar del tiempo.
Imagen 4.
Representación del Andar del Tiempo- Armonización del Sek Buy.
|
Elaborado por estudiantes y dinamizadores de la Institución
Indígena El Mesón, sede San José (2023) |
El rombo que define el pueblo
Nasa, también se encuentra en los aportes del Consejo Regional Indígena del
Cauca -CRIC- y, en especial en el trabajo que adelanta el Mayor Viluche (2023),
allí encontramos que cada época grande expuesta en las imágenes suma veinte
épocas pequeñas, cinco en cada momento, por esta razón encontramos unos dibujos
que dan cuenta de cada tarea específica. Estas se denominan y caracterizan
según las señas y señales particulares que guían las prácticas culturales y los
saberes ancestrales en comunicación plena con el territorio y la pervivencia.
En este sentido y según las orientaciones del Mayor Viluche:
Ancestralmente, el tiempo en nuestros territorios se distribuye en
20 épocas cada uno de 18 días más los cinco días para las ceremonias
principales, el año reinicia en la época del sol, corresponde a Junio (21) y el
final del año es la época de la flauta, en el mes de mayo (CRIC- PEBI, 2016. p
15)
En la figura 2 se relacionan los
momentos o épocas que se expresan en el calendario propio. Se evidencia que estos momentos se nominan
como épocas, construidas desde las lecturas de la madre tierra, el sol, la luna
y su relacionamiento con las actividades humanas:
Figura 2. Calendario del pueblo Nasa- Épocas del año.
Elaboración propia a partir de talleres, entrevistas y documentos
CRIC- PEBI.
Se reitera entonces, que el tiempo está en conexión con las
plantas, los animales, los cerros, las lagunas y los ríos, son estos lugares y
especies quienes aportan la armonización y dan luz a los diferentes espacios
sagrados de la madre tierra. En esta
lectura, el The’ Wala orienta las armonizaciones mayores, aquellos rituales que
entretejen los sentidos espirituales y las cotidianidades de la comunidad,
siendo el andar del sol una percepción del tiempo necesaria para el día a día.
En este sentido y siguiendo a Vidal (2021) los encuentros y celebraciones
encaminados a agradecer a la Madre Tierra y a los seres espirituales permiten
fortalecer los procesos agropecuarios y comunitarios:
Los rituales son ofrecidos a la madre tierra en diferentes épocas,
estas dependen del camino de la luna y del sol, los cuales guían los procesos
indígenas por medio del andar del tiempo que son esenciales para que los
procesos avancen con buen rumbo y den sus mejores frutos en aras de beneficiar
las comunidades indígenas del pueblo nasa. La espiritualidad y los rituales van
de la mano ya que de estos depende que la naturaleza este en armonía con el ser
nasa; también los rituales se pueden ofrecer cuando se tiene una petición ya
sea en lo académico, en lo agropecuario, en conservar las semillas, que haya
abundancia, que el clima sea moderado entre otros. (Vidal, 2021, p. 15)
Por lo anterior, estos encuentros
familiares y comunitarios previstos en el andar del tiempo ubican las cuatro
grandes épocas y en cada una se definen estos rituales o armonizaciones mayores
que son:
Figura 3. Armonizaciones
del pueblo Nasa.
Elaboración propia a partir de los registros elaborados por niños
y niñas de la INEIM (2023).
De la mano del sol, se dispone la
lectura de la luna, cada edad representa un momento y caracteriza los cultivos
y las personas que germinan o nacen según la fase lunar.
Imagen 6: Taller pedagógico:
Edades de la luna. Elaborado por Sharol Cucuñame Flor.
La luna, es:
la consejera del tiempo, es quien conoce todos los procesos de
vida de los hijos, controla y orienta los períodos menstruales de las mujeres,
por eso, cuando la tierra estaba joven y en embarazo del padre sol, era la
luna, quien orientaba con su sabiduría de como parir, criar y hacer crecer a
los hijos. Lo mismo hace durante la gestación del Agua y la Estrella, cuando
está se embaraza en las y los caciques (CRIC- PEBI, 2016, p 81).
Siendo Luna la representación
femenina, “las fases de la luna se relacionan con el crecimiento o etapas de
desarrollo de una mujer: Niña tierna, jovencita, adulta y abuela” (CRIC- PEBI,
2016. p 153), mostrando la relación que hay entre el ciclo menstrual y las
fases lunares, ello da cuenta de los momentos que son óptimos para la
reproducción, el descanso y la creatividad. En este sentido la luna, al igual
que la madre tierra, se convierte en un ser dador de vida y recuerda que el
camino requiere de descanso y momentos de acción, algo importante que quiebra
la idea de la eficacia y eficiencia en un mundo centrado en la producción y el
consumo.
DISCUSIONES
Esta investigación nos reta a abordar nociones temporales que no
se reducen a un asunto mercantil o del consumo. Por ello interpela, de alguna manera, las nociones gregorianas, que
indican el inicio del año cada 365 y ¼ de días, los cambios estacionales, y que
posteriormente en el mundo capitalista tendrá expresión en los husos horarios y
su relación con el sistema de mercado y consumo.
Lo anterior es un asunto relevante
para la comunidad Nasa, el tiempo no se limita a un tiempo cronológico, para
ellos,
el tiempo es persona, es ser vivo, es mujer y es hombre, por lo
tanto, están continuamente caminando en el sentido espiral en nuestros
territorios, orientado el tiempo de descanso (sic) – de trabajo, el tiempo de
simbra- de no siembra, el tiempo de concentración- de desorientación, el tiempo
de paz- de guerra, el tiempo de armonía- de desarmonía. La luna, el sol, las
estrellas, Venus, los demás planetas son orientadores de los seres vivos en el
universo. Desde el átomo hasta el organismo más grande del universo esta en
este gran camino del tiempo, por eso la vida de los seres vivos depende si
seguimos esas huellas o desviamos el camino (CRIC- PEBI 2016. p 12).
El tiempo de la pervivencia no
instrumentaliza, aporta a los procesos de preservación de la vida y cuidado de
todo lo vivo: seres espirituales, Uma Kiwe, seres humanos, etc. Por ello se
distancia de lo instituido en el calendario gregoriano, pues el tiempo
entendido como cuerpo y vida favorece y posiciona los ritmos propios, tiene sus
momentos de ritual que, por supuesto, no se vinculan a las celebraciones
litúrgicas convencionales.
Con estos acercamientos, se
permite afirmar, que los tiempos refieren a memorias, evocaciones, momentos y
sentidos que de la mano de la madre tierra buscan la manera de preservar,
revitalizar y pervivir. Acciones que desbordan y tensionan las periodizaciones
de la historia oficial, instaladas desde nociones como la nación o el Estado.
Este tiempo se anda en la
comunidad, pero también en la propuesta curricular de la INEIM, entre tanto los
procesos formativos atienden estos momentos del andar del sol- Sek y las
orientaciones de la luna, A’te. Por ello en luna nueva se dan los
momentos de evaluar, planear, proyectar, mientras en la luna llena, la fuerza
del pensamiento, de la concentración, de los procesos de producción de
reconocimiento es más propicia.
Con todo ello, consideramos que en
los espacios educativos urbanos, rurales, populares de nuestra América, estas
comprensiones temporales podrían ayudarnos a entender los ritmos vitales y la
connivencia en armonía con los otros, para arriesgar experiencias
contrahegemónicas y anticapitalistas, que permiten recuperar tiempo como noción
del descanso, la espiritualidad y el trabajo en función del cuidado de la Uma
Kiwe, es decir de la vida misma.
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