Alternativas en la enseñanza del tiempo: legados de la pervivencia indígena

 

ALTERNATIVES IN THE TEACHING OF THE TIME.PROPOSALS FROM INDIGENOUS SURVIVAL

Cielo Andrea Velandia Pérez*

Alcira Aguilera- Morales**

 

* Profesora Investigadora, Licenciatura en Educación Infantil, Universidad Pedagógica Nacional. Correo electrónico: cavelandiap@pedagogica.edu.co. ORCID:0009-0006-5465-6250

** Profesora Titular Universidad Pedagógica Nacional Correo electrónico: aamorales@pedagogica.edu.co ORCID: 0000-0002-3167-1777

 

 

Fecha de Recepción: 21/03/2024

Fecha de Aprobación: 01/06/2024

ISSN: 2954-5781 (En línea)

DOI: http://doi.org/10.61447/20240601/art01

 

Citar artículo como: Velandia Pérez, C. A., & Aguilera Morales, A. (2024). Alternativas en la enseñanza del tiempo: legados de la pervivencia indígena. Discimus. Revista Digital De Educación3(1), 9-38. https://doi.org/10.61447/20240601/art01




Resumen

El artículo es producto de la investigación titulada La Tradición oral sobre el Andar del Tiempo: el lugar de la pervivencia de niños y niñas de la Institución Educativa Indígena El Mesón- (INEIM)”, financiada por el CIUP- UPN. En ella se indaga por la formación de nociones temporales en las infancias indígenas, aspecto que nos llevó a rastrear nociones temporales propias, construidas por las comunidades. Esta investigación de tipo cualitativo se basó en la revisión documental: hemerográfica, de archivo, investigaciones y trabajos de grado de los pueblos originarios Nasa. Los hallazgos que se presentan obedecen a la identificación de tres registros temporales, que han incidido en la enseñanza y comprensión del tiempo y el pasado. Allí se ubica como alternativa y potencia la noción del andar en el tiempo Nasa, construida desde la INEM, la cual expresa una relación del tiempo con el cuidado de la vida. En el apartado conclusivo se recupera los aprendizajes de las nociones temporales asociadas al andar en el tiempo propio y sus posibilidades en los escenarios escolares actuales.

Palabras clave

Enseñanza de la historia, tiempo, infancia indígena, educación indígena.

Abstract

The article, the partial product of research, raises the question of the teaching of history in relation to childhood, an aspect that led us to trace our own temporal notions, built by indigenous communities, expressed in practices that account for their struggle for survival. This qualitative research was based on documentary review, workshops, and interviews. The findings that are presented are due to the analysis of the documentary review, identifying three temporary records, which have influenced the formation of boys and girls from the understanding of time and the past. In the concluding section, the learning of temporal notions associated with walking in one's own time is recovered.

Keywords

History teaching, time, indigenous childhood, indigenous education.



 

 

ALTERNATIVAS EN LA ENSEÑANZA DEL TIEMPO:LEGADOS DE LA PERVIVENCIA INDÍGENA

La enseñanza de la historia en la educación infantil ha sido una preocupación que hace más de dos décadas, atraviesa nuestro papel como formadoras de las futuras maestras de educación infantil. Desde este campo investigativo, adelantamos la búsqueda de alternativas, que permitan asumir a niños y niñas como sujetos de conocimiento, del ejercicio político (Velandia y Aguilera, 2023), por tanto, de las transformaciones sociales que se vienen dando en nuestra América de la mano de los pueblos originarios.

Los rastreos que hemos venido aportando en este campo de estudio, han permitido identificar vacíos y tensiones, a la hora de adelantar y proponer abordajes didácticos, curriculares y teóricos de la enseñanza de la historia con la población infantil (González y Aguilera-Morales, 2009; Aguilera-Morales y Aguilera, 2019; Aguilera, 2017), en las que se mantiene una historia de proceres y efemérides, con un único relato civilizador, monocultural, ejemplarizante y moralizante. A partir de estos discursos se ha impuesto una manera de enseñar la historia oficial que negó e intento borrar la historia de los pueblos originarios (Turra- Díaz, 2015; Bermúdez y Téllez, 2018). Esta realidad escolar, aterriza en las aulas colombianas y nos permite preguntarnos si ¿habrá una enseñanza del tiempo no convencional enmarcada en formar la lucha por la pervivencia de la infancia indígena? Pregunta, que nos llevó a reconocer comprensiones temporales propias, que aún se mantienen en comunidades indígenas Nasa del Cauca, en Colombia.

Para entender su potencia se aborda, en primer lugar, las nociones temporales heredadas del mundo europeo que inciden en cómo aproximamos a los niños y niñas al tiempo, el pasado y la historia escolar. Allí se presenta las nociones de meses, días y horas que se abordan en la escuela formal.

En segundo lugar, se recupera nociones temporales que se manifiestan aún en algunos pueblos originarios de nuestra América. En ellos, se da cuenta de temporalidades y cotidianidades distintas a las impuestas por occidente, expresadas en las relaciones que tejen los pueblos con sus seres espirituales, con la madre tierra- Pachamama, en las que tiempo, espacio y vida se entienden cómo lo mismo, por ello se cuidan, pues conjuntamente encarnan la existencia misma.

En el último aspecto, se presenta las nociones temporales propias de la Institución Educativa Indígena El Mesón- INEIM, Cauca, que denomina el andar en el tiempo. Allí se da cuenta de las nociones temporales que perviven en la lucha de un pueblo, mismas que hacen parte de la propuesta educativa y curricular, articulada a la Educación propia, liderada por el Consejo Regional indígena del Cauca- CRIC-, a través de su Programa de Educación Bilingüe Intercultural-PEBI. Desde el andar en el tiempo se concluye las relaciones que pueden tejer niños y niñas con la defensa de la vida, es decir con la pervivencia.

MÉTODOS

Tiempo a Destiempo

 

El enigmático tiempo, expresa en nuestras sociedades diferentes maneras y experiencias que regulan, constriñen y definen lo que hacemos. El tiempo representado en calendarios permitió calcular nuestros años de existencia, con esta invención supimos de una hora, un mes y un día para marcar el inicio o fin de un acontecimiento social.

De acuerdo con Elías (2010), la invención de la noción de tiempo no solo estableció esas nuevas regulaciones y coacciones de las actividades humanas, principalmente para establecer las horas laborales, sino que además impuso una noción física, que se conoce principalmente en los husos horarios y el mecanismo del reloj. Con ello, en el ámbito escolar se suele separar la experiencia temporal, en un asunto físico distinto del social, aunque “al operar con el tiempo siempre están en juego hombres en su entorno; esto es, procesos sociales al mismo tiempo que físicos” (p, 34). De manera que hablamos de tiempo como una elaboración y experiencia que regula decisiones, vidas y destinos de lo humano.

Paradójicamente, los adultos solemos experimentarlo en permanente déficit: ‘no tengo tiempo’, ‘no me alcanza el tiempo’, ‘el tiempo pasa veloz’, ‘cómo ha pasado el tiempo’. Mientras la noción del tiempo en los niños es la del juego, el gozo, la risa, o la burla como ejercicio de resistencia (Aguilera, 2023), la del adulto parece ser la del ahorro, la producción, la ganancia, el sin sentido. Siendo una noción tan reciente, es la que logra imponerse, pese a que, durante la mayor parte de la vida humana, sobrevivimos sin calendarios ni relojes (Elías, 2010).

En las indagaciones sobre el origen de las nociones temporales, Cristòfol Trepat (2006), menciona que las observaciones de la luna y sol dieron nacimiento a las primeras medidas asociadas a los tiempos de cosecha, caza y protección frente al clima adverso. Al revisar el rastreo sobre las primeras divisiones del tiempo establecidas por la humanidad que nos presenta Restrepo (2022), se puede inferir que los calendarios más antiguos se constituyeron principalmente gracias a la regularidad que encontraban en los ciclos lunares, así el calendario más antiguo, el fenicio, era lunar y celebraba principalmente la llegada de la luna nueva. De igual manera los calendarios de los babilonios, hebreos [3761 ac], árabes o calendario mahometano, y el romano, contaron inicialmente con calendarios lunares, de 354 días.

En el caso de las civilizaciones Incas y Azteca, se registra la existencia de calendarios que también se aproximaban a las mediciones del tiempo astronómico de hoy en día. Según Restrepo (2022) sus calendarios eran solares, de 365 días, encontrando similitudes con los primeros esfuerzos por coordinar los ciclos lunares y solares, que datan de antes del año 2.608 ac en la Cultura China.

Esta síntesis, que le llevó siglos a la humanidad, en nombrar y entender el tiempo lunar, implicó la creación de medidores temporales, los procesos de datación o de fechar, a través de los cuales se estableció maneras de controlar procesos productivos, mercantiles, que dejaron poco espacio para el ritual, la vida espiritual y el gozo. Es en este plano del mundo mercantil y de la necesidad de controlar las actividades humanas productivas que se crean medidores temporales para regular el pago y recaudo de tributos, intereses y salarios, el cumplimiento de contratos y horarios laborales, las obligaciones y los reducidos momentos de descanso.

La consolidación del calendario que nos rige actualmente sufrió varios cambios en la segunda mitad del S.XVI, algunos obedecieron a caprichos que no necesariamente coincidían con aspectos vitales o propios de la naturaleza. Por ejemplo, en Francia en 1563, por disposición del rey Carlos IX, se impuso como fecha de inicio del año el 1 de enero, y aunque esta decisión entró en vigor en 1566 con ella se rompió la tradición de iniciar el año con “la fiesta de Pascua” (Elías, 2010). El 1° de enero no necesariamente coincide con un fenómeno natural o espiritual, pero a partir de allí iniciaría el nuevo año. Pasarían más de tres lustros para que se estableciera de manera definitiva el calendario gregoriano, dado que fue el papa Gregorio XIII quién ordenaría modificar el calendario juliano, “eliminó diez días del año 1582 y decretó que después del día 4 de octubre, no viniera el 5 sino el 15” (Trepat, 2006.p 29).  Esta sería la última reforma calendárica, que haría que el año social coincidiera con el tiempo solar. 

Estas nociones temporales estuvieron en nuestra escolaridad inicial, cuántos de nosotros tuvimos que elaborar la maqueta del reloj para identificar segundero, minutero y horario, sin tener idea de que es el paso del sol y la luna quienes rigen los cambios temporales; o, cumplir los horarios de clase que designaban las materias a ver cada día de la semana o simplemente escribir las fechas importantes de la patria, sin entender todo lo que atraviesa en nuestras vidas, la experiencia del tiempo.

De este proceso se terminó heredando los nombres y distribución de los actuales meses del calendario de los antiguos romanos. Algunos datos sobre las nominación y días destinados a cada mes se recrean en el siguiente cuadro.

Tabla 1. Nominaciones de los meses.

Mes

Su ubicación en el calendario juliano

Nombre Actual

Gregoriano.

Los meses Incas

Guaman Poma de Ayala

Finales S.XVI

Calendario Aymara. Grebe, 1990.

Enero

Es posible que enero derive del latín ianua, que significa puerta, porque abre el año.

Mes dedicado al dios Jano, dios romano que enseñó la moneda y la navegación.

Cápac Raymi Caymai Quilla- Penitencia y ayuno del Inga. Se hacían procesiones y estaciones en los templos del sol y la luna.

 

Enero es jallo-pajsi, “mes de las lluvias”.

Febrero

Era el último mes del año

Recibe este nombre por las fiestas romanas febrauri, de purificación, las cuales se realizaban al finalizar el año.

Paucar Uaray Quilla- Sacrificio con oro, plata y ganados ofrendados al sol, la luna, estrellas y otros dioses.

 

Febrero es jallo-pacoya, “mes de lluvia plena y fuerte”.

Marzo

Primer mes

Hasta el año 153 a.c, este era el primer mes del año, según el calendario romano.

Se toma su nombre dedicado a Marte el Dios de la Guerra, debido a su color rojizo.

Pacha Pucuy Quilla. Sacrificar con este carnero negro. Época de ayuno y ceremonias.

En este mes cesan de hambre, los ganados ya están gordos, abunda los pastizales.

Marzo es chojna- timbo o kora- timbo, “mes de pasto verde”.

Abril

Segundo mes.

Se puede considerar que este nombre proviene de la palabra védica àparas, que significa el siguiente al primer mes.

Quizá su nombre proviene del latín aper que significa Jabalí, animal venerado por los romanos.

 

Inca Raymi Quilla, fiesta del Inca, se ofrecen carneros a los dioses, tenían grandes fiestas en todo el reino. Las aves y ratones tienen comida. 

Abril, es pasco-timbo, “mes de cosecha”.

Mayo

Tercer mes

 

Su nombre se decía a una de las pléyades, Maya, la madre del dios Hermes o Mercurio.

Aymoray Quilla. Se ofrecen otros ganados pintados de colores. Se recoge y deposita la comida, se guarda en casa o depósitos. Se visita a las comunidades, se da comida para almacenar y que haya durante todo el año, evitando hambrunas.

Mayo es chiji-timbo, “mes de frío”.

Junio

Cuarto mes

Su nombre está dedicado a la diosa Juno, esposa de Júpiter y protectora de las mujeres.

Cuzqui Quilla, fiesta del Inti Raymi, se enterraba el sacrificio de nombre capachocha “que enterraban a los niños inocentes, quinientos, y mucho oro y plata y mullo” (175), todo ello se ofrenda al sol para que haya abundancia de comida para todos.

Junio es wari-kasaya,” mes cuando la vicuña grita con el frío”.

Julio

Quinto mes.

Antes de la reforma del calendario hecha por Julio César, este mes se llamaba quintilis (el quinto).

Su nombre es introducido por Julio César (100- 44 a.C), en honor a él mismo, de allí el nombre Julio, con 31 días.

 

 

Chaera Conacuy. Se visitan las cementeras y chacaras. Se sacrifican carneros y cuyes para que el sol ni las aguas dañen las cementeras y chácaras.

 

Julio es kala- takaya, término que significa “mes cuando las piedras revientan con el frío y la vicuña revienta, muere y después revive.

 

Agosto

Sexto mes

Hasta la época de Octavio este mes era denominado sextilis (el sexto), pero el primer emperador romano Octavio Augusto (27 a.- 14 d.C), queriendo emular a Julio César, quiso tener un mes con su nombre.

Agosto, en vanidad del emperador Augusto, quién también le asigno 31 días.

 

Chacrayapuy Quilla. Mes de trabajo, arado, alistamiento de la tierra para la siembra de maíz. Fiesta de la labranza del Inga, bene en minga, comen, cantan y se comienza la siembra del maíz hasta el mes de enero.

 

Agosto es junta -pajsi, que significa “mes abrigado”.

Septiembre

Séptimo mes. Es el séptimo mes en concordancia con el primer calendario Romano que iniciaba el primero de marzo.

Noveno mes del año.

Coya Raymi Quilla.

Este mes se llama Coya Raymi por la gran fiesta a la luna, Coya y señora del sol. Coya es reina y Raymi, gran fiesta.

En este mes se manda sacar las enfermedades y pestes del reino, se riegan y limpian las casas y calles con agua.

Septiembre es llapu-chaja, “mes de chacra o siembra de quínoa”.

Octubre

Octavo mes. En latín octavus significa octavo.

Décimo mes del año.

Uma Raymi Quilla. Se sacrifican las uacas, principales ídolos y dioses, pidiendo agua al cielo.

 

Octubre es llabi-timbo, “mes de esquila de lana”,

Noviembre

Noveno mes. En latín noven significa noveno

Onceavo mes del año.

Aya Marcay Quilla. Mes de los difuntos. Era el mes de sacar los difuntos de sus bóvedas para beber, comer, vestirlos y adornos de plumas en la cabeza, cantar y danzar con ellos. 

Noviembre es finado- timbo, “mes de los ritos dedicados a los difuntos”.

Diciembre

Décimo mes. Del latín decem, diez.

Hoy es el doceavo mes

Cápac Inti Raymi.  Mes de la gran fiesta y pascua solemne del sol. Él es el rey de todo.

Diciembre es fiesta- timbo, “mes de las fiestas patronales en Isluga”.

 

Elaboración adaptada de la propuesta de Trepat (2006). Incluimos las últimas dos columnas para hacer mención a las nominaciones de los tiempos- épocas, en los calendarios andinos. El color verde marca el inicio del año en cada calendario.

Estas nociones temporales, también tendrán lugar en la comprensión e imposición de un tiempo lineal, surcado por la concepción judeocristiana, representada en la espera de la parusía, es decir la segunda venida de Jesús y el fin de este mundo, concreción teleológica de un tiempo destinado a alcanzar la salvación. De acuerdo con Wolfgang (2015), es un tiempo que en las sociedades actuales define unos hechos que ocurren de manera irreversible,

únicos y no repetibles, tienen un inicio y un fin. A este orden lineal de todos los eventos observados le llamamos cronología y lo representamos con una flecha o línea de tiempo. Esta noción es la base para la historia y la idea de desarrollo. (Wolfgang, 2015 p. 39)

Con ella también se hereda las distribuciones y nominaciones de los días de la semana. Según Trepat (2006), son los hebreos quienes distribuyen sus meses, en semanas de siete días, al asociar el número siete con un evento sagrado, la creación del mundo que fue en seis días y el séptimo fue de descanso para Dios. Esta distribución aparece datada más o menos desde el siglo III d. c. Sin embargo, los nombres de sus días se retoman de mitos romanos así:

 

 

Figura 1. Días de la semana y su nominación según la mitología romana

 

 

Estas primeras elaboraciones de la semana eran distintas a las de algunos pueblos originarios de nuestra América, pues, como lo menciona Guama Poma de Ayala, estos pueblos tenían semanas de diez días y meses de treinta.

El tiempo como productor de vida

En este apartado se retoma algunas nociones temporales, que permanecen y han resignificado algunos pueblos originarios y campesinos de nuestra América. Ellos expresan la resistencia, la preservación y mantenimiento de comprensiones temporales propias, que distan de las gregorianas. Se expresan en prácticas, rituales, formas de vida que registran momentos para renovar, vivir y no sólo producir en términos mercantilistas. 

 

En el mito de la creación, en la Grecia antigua, el tiempo se concibe como el devorador de la vida, en razón a que Gaia – la Tierra- busca salvar a sus hijos de ser devorados por su padre Urano – El Cielo-. Entre sus hijos se encontraba Cronos, quien “con una hoz le corta los genitales a su padre y los arroja al mar” (Llanos, 2011. p 216). Así, Cronos, el nuevo dios de los dioses, hizo lo mismo que su padre, comer a cada uno de sus hijos por temor a que le fuera arrebatado el trono. De esta manera vemos en Cronos el dios que devora el tiempo, la vida. Cronos refleja un tiempo que avanza y no regresa, unas secuencias separadas por un orden establecido que diferencia el pasado, presente y futuro.

 

Contraria a la imagen de cronos, podríamos destacar las concepciones del tiempo andino, una mirada que relaciona el estar del hombre vinculado a la madre naturaleza. Un tiempo que se asocia a la producción y cuidado de la vida. Veamos algunas metáforas que lo explican de mejor manera.

 

El tiempo circular

A diferencia de la imagen lineal del tiempo heredado de la visión gregoriana, es recurrente encontrar que, en los sentires de los pueblos indígenas, el tiempo es cíclico y se representa en espiral.  En los ciclos encontramos la posibilidad de que un hecho se va a encontrar en otro momento, en el después, es volverse frente a él (Puech [1958] citado por Wolfgang, 2015), un tiempo que se conecta con principios cosmogónicos al estar relacionado con el cosmos, los fenómenos y la naturaleza.

Por ejemplo, la invención del calendario Maya está asociado a los nueve meses de gestación, un vínculo que se relaciona con la ciclicidad de la menstruación femenina y las fases lunares (Restrepo, 2022).  Esta medida temporal es una representación de la relación entre hombres, mujeres y naturaleza, evidenciando su conexión con las divinidades. De estas relaciones el calendario alcanzó las siguientes precisiones:

los tunes o años de 360 días, los años aproximados de 365 días (llamados en ocasiones haab), las lunaciones y las revoluciones sinódicas de los planetas, se coordinaban con la cuenta de 260 días, generalmente conocida como tzolkin, gracias al empleo de los mínimos múltiplos, comunes a este periodo y a las otras medidas astronómicas. Esta cuenta de 260 días, posesión de todos los pueblos de alta cultura del México antiguo, había llegado a ser para los mayas elemento fundamental en sus cómputos (León- Portilla, 2018. p 25)

 

Siendo así, el año ritual de 260 días (20 X13) correspondiente al ciclo de gestación de 9 meses. En el caso de los Aztecas, contar los días, significó la ruta para leer al sol. Esta nación se regía por el calendario denominado Xihuitl, de 365 días, divididos en 18 cempohuallis de 20 días cada -360 días-, más 5 que son los últimos cinco días del año. A su vez, combinando el xihuitl y el tonalpohaull se sacaba el gran ciclo de 52 años que sirvió al azteca para concebir “el tiempo como una sucesión infinita de períodos de 52 años” (Restrepo, 2022. p 27). Este movimiento temporal se representa con la Piedra del Sol, así:

Imagen 1: La Piedra del Sol o Calendario Azteca.

Tomado de: Ocampo y Bidon-Chanal, 1981

En esta representación cíclica del tiempo, hay cuatro momentos asociados a las creencias y cosmogonías de estos pueblos. Allí, el paso del sol, con relación a los sucesos astronómicos, da cuenta de sus narrativas. Ejemplo de ello, se evidencia en las lecturas de las Pleyades y la Vía Láctea, los cuales se definen como el camino celeste de dos dioses: Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, asociados al día y la noche, que según Ocampo y Bidon-Chanal (1974), se identifican como opuestos. Estos relatos muestran un tiempo marcado por los pasos de las deidades, son ellos y ellas quienes guiaban la cotidianidad de las gentes. 

Los Incas también dieron cuenta de esta mirada cíclica del tiempo. El imperio, tenía el año solar de 365 días, de 12 meses de 30 días y 5 días complementarios.  Allí, establecían sus fiestas de acuerdo con los equinoccios, “Para fijar las fechas exactas del año y meses, Pachacútec dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al este de la llacta de Cuzco, llamados sucangas” (Restrepo, 2022.p 28). Estos astros influían en los destinos y orientaciones de los hombres.

 

Hoy en día, algunas comunidades campesinas se refieren a comprensiones del tiempo desde la cosmovisión andina. Se hace alusiones a imágenes representadas de manera cíclica, circular, en movimiento, dando vueltas, girando. Todas ellas imágenes que no se recogen en las concepciones lineales, y muchas veces cronológicas, que usamos en el mundo escolar formal.  Estas representaciones temporales, no están disociadas del espacio, en ellas espacio y tiempo son lo mismo, un tiempo de vida en sí mismo, que no se expresa en una única visión teleológico o del progreso, sino en una “concepción cíclica del tiempo aymara es representada por un círculo o rueda que gira en movimiento perpetuo” (Grebe 1990. p 64).

El movimiento perpetuo, cíclico, es concebido como un recorrido, que se da gracias a las expresiones, conversaciones, relaciones entre las diferentes colectividades humanas, los seres espirituales y sagrados, la vida de la madre tierra- naturaleza, en un caminar del tiempo que no se entiende sin estas relaciones. Por ello su mirada no se condensa sólo en el tiempo físico. Al decir de Arohuillca y Díaz (2006), “El calendario andino es un tejido chacarero vivo constituido por ayllus –colectividad humana, natural y sagrada- que caminan rotando y al que en su recorrido le suceden acontecimientos que son expresión de finas y sutiles conversaciones entre sus integrantes”. (p 27). Es en ese tejido conjunto que se recrea en el día y la noche, donde se expresan formas de pedir consejo y agradecer la vida que se teje en esas relaciones.

El calendario anual andino refiere entonces a la sabiduría ancestral, y su relación con las orientaciones y decisiones para sostener la vida, expresada en los momentos de siembra, crianza de animales, sanación y preparación de la medicina, así como de elaboración de tejido, artesanías y celebración de rituales entre otros elementos propios de cada comunidad andina (Apaza Espillico, 2006; Grebe, 1990).

Estas relaciones con un tiempo circular, no lineal, que responde a ciclos que reproducen y preservan la vida, se asocia con un andar del tiempo contrario a las manecillas del reloj. Ello se retoma de dos elementos que aparecen en las comprensiones temporales de algunos pueblos indígenas. El primero se refiere a que se alude a un pasado que es futuro, que va delante, un pasado que no ha sido, así se expresa en el pensamiento Guambiano y Nasa (Llanos, 2011; Findji, 2019). En el caso Aymara, el tiempo va contrario a las manecillas del reloj, también asociado a sus cosmovisiones, representado así, porque en ese sentido danza el mallku o espíritu de la montaña, pues el movimiento de dirección de los punteros del reloj representa una terminación o cierre (Grebe, 1990).  En este mismo sentido, las comunidades Aymaras en Puno- Perú, mencionan lo siguiente,

(...) es necesario orientar la direccionalidad con que se rige el tiempo en el mundo andino. Por tanto, se debe graficar la orientación en sentido contrario al reloj, utilizando flechas en torno al calendario el cual muestra el ciclo regenerativo y recreativo de la vida del Andes. (Cutipa Flores, 2006. p 76)

Aunque no sea una concepción generalizable en los Andes, lo claro es que sobrevive en varias comunidades indígenas y campesinas. Y podemos considerar que es una comprensión temporal que responde al sentido en que camina la tierra, entre tanto rota de izquierda a derecha. Refiere así, a un tiempo que camina en armonía con los pasos de la tierra, del andar del sol y la luna.

Tiempos rituales y festivos.

Atender los ritmos e intensidades propias que marca el tiempo en su relación con los seres de la naturaleza, humanos y astrales, se asocia al establecimiento de momentos para la celebración, los pagamentos y agradecimientos. Allí también se encuentra especificidades en varias zonas andinas del hoy. Si bien, en las zonas estacionales se habla de cuatro tiempos, diferenciados por las estaciones que se marcan de acuerdo a los equinoccios y solsticios: primavera, verano, otoño e invierno, en nuestra región andina latinoamericana se encuentran algunas particularidades que se recogen en los ritmos de la madre tierra, en los ciclos y orientaciones de los seres espirituales que conviven en ella.

Así, en algunas comunidades Aymara chilenas, el año tiene una bipartición, cada una coincide con los solsticios de invierno y verano:

se distinguen ambas divisiones por el inti-kutji, del 24 de junio, solsticio de invierno a partir del cual se inicia el nuevo año andino y son más largos los días, y el inti -hiska, el 24 de diciembre, solsticio de verano (...) Otra bipartición se marca por la trashumancia estacional del ganado, que no coinciden con los solsticios. Son el costeo, o chiji-timbo, en el cual el ganado baja a la precordillera en la estación de mal tiempo y vientos (marzo-octubre), y el pasteo o junto-timbo, en el que el ganado sube al altiplano, es la estación del buen tiempo (octubre-marzo) (Grebe, 1990. p 78).

 

De igual manera los calendarios agrícolas y festivos de comunidades ecuatorianas se reparte en dos partes, tiempo seco y tiempo lluvioso (Costilla Rojas, 2006). A esta división Carrillo, Jaulis y Nuñez (2006), le denominan chaupi, que significa el punto medio de dos partes iguales y que se expresa en la mitad del año andino en la que se celebra el sagrado ritual “Es el chaupi wata, en el que el Tayta inti es anciano y los humanos tienen que ayudarlo mediante rituales (…) el chaupi en períodos largos es pasar de la muerte al nacimiento, del descanso a la regeneración” (p 18).  Encontramos que el andar del sol, en su relación con la tierra marca esos tiempos festivos y rituales, que para algunas comunidades se expresa en dos grandes momentos, mientras que en las que ocupan las zonas más tropicales se representa en cuatro.

Según Barrera (2022), estos momentos, en las zonas ecuatoriales, hablan de la organización política, cultural, social y económica de los pueblos originarios. Al respecto el autor menciona: 1) La celebración del Kulla Raymi, fiesta que coincide con el equinoccio de verano- 21 de septiembre. En este momento se prepara la tierra para el cultivo, consintiéndola, hablándole, mimándola. Por ello se considera una fiesta femenina en honor a la Pachamama. Este momento de cultivar, se concibe como una práctica de crianza, por ello trasciende el mero interés económico para ser amigable con la madre tierra. 2) Celebración del Kapak Raymi, solsticio de verano- 21 de diciembre-, tiempo del crecimiento de las siembras. 3) Celebración del Pawkar Raymi, 21 de marzo – equinoccio de invierno-. Esta fiesta se considera masculina, momento de florecimiento. En este tiempo se dan prácticas como el deshierbe, para acelerar el crecimiento del maíz y lograr los primeros granos; “El Pawkar Raymi giraba alrededor del Tumarina, ritual manifestado por el acto de dar bendiciones a las personas para que tengan abundancia en la vida”. (Barrera, 2022. p 52). Y, 4) celebración del Inti Raymi o la gran fiesta del sol, que coincide con el solsticio de verano, 21 de junio. En este momento finaliza el periodo agrícola y con él se da tiempo de descanso a la madre tierra, se festeja la armonía entre seres humanos, naturaleza y el alimento obtenido.

Este ciclo anual, en comunidades Aymaras chilenas, se representa de manera especial el lugar del sol, pues sin él no habría vida, él lo da todo, por ello se le da rostro humano, en un calendario circular, que como ya se mencionó representa un movimiento perpetuo.

 

Imagen 2: El Ciclo anual de la cultura Aymara

Un conjunto de letras blancas en un fondo blanco

Descripción generada automáticamente con confianza media

Tomado de Grebe (1990)

Este tiempo andino, producto de la conversa con la madre tierra, los astros, seres humanos y espirituales, no se puede entender sin el paso de la luna. Así como el sol orienta los ciclos de vida anuales, la luna, su compañera, está presente en la definición de la vida cada mes del año. Ella está asociada también a los ciclos agrícolas, pastoriles y a la trashumancia de los rebaños (Grebe, 1990). Pero también orienta los momentos del tejido, practica ancestral en la que se define los tiempos para esquilar, teñir y tejer (Arriata, 2006), así como definir o tomar decisiones.

En la mayoría de las concepciones de las actividades regidas por este astro, se encuentra que la luna nueva, o luna muerta se asocia a momentos de descanso, en los que no es favorable iniciar actividades relacionadas con la vida:  sembrar, fecundar o fertilizar. Es momento en que muere la luna para renovar sus energías por ello no se aconseja actividades de vida (Grebe, 1990; Pelayo, Jaulis y Núñez, 2006). De hecho, en el calendario Inca, los astros “ejercían influencia en la vida de los seres humanos, y aseguraban que revelaban algo para los hombres” (Restrepo, 2022. p 32).

Este rastreo inicial da cuenta de nociones temporales que vinculan la vida, lo espiritual, lo festivo y el tiempo representado en la lectura de las relaciones de lo humano- la madre tierra- los astros, para mantener una relación que potencia los momentos de dar y mantener las semillas, los alimentos, la fecundación, entre otros.  Motivos ellos para retomar su enseñanza en las cotidianidades de niños y niñas de las urbes, pero también de las zonas rurales, para reivindicar un tiempo que cuida y está asociado a la preservación de la vida

RESULTADOS

Hallazgos en el tiempo de la pervivencia

 

El tiempo en espiral se entreteje con el vínculo entre los seres espirituales y el hombre. Entre los hallazgos rastreados, significa un acercamiento a los procesos que adelanta el pueblo Nasa en el departamento del Cauca, en la Institución Educativa Indígena El Mesón- INEIM. Para ellos, hablar de tiempo es hablar de pervivencia en tanto se está de la mano con la Uma Kiwe (La Madre Tierra). La naturaleza es un ser vivo, constituida por seres espirituales que da dones y permite vivir, es ella quien ayuda a trazar los caminos temporales. Un vínculo que significa una fuerza energética que permite comprender el cosmos y las relaciones que se dan. “Este entendimiento se produce por medio de la activación de los sueños, las pulsaciones del cuerpo, escucha, visión, olfato, tacto entre otros, que permiten identificar, construir, valorar el significado de lo que nos rodea” (Finscue, 2019. p 283). 

 

Al ahondar en la experiencia de los pueblos indígenas en Colombia, nos situamos en el Resguardo Indígena de Honduras, en el territorio ancestral Uh Wala Vikc en El Mesón de Morales. Habitado por parte de la comunidad Nasa del Cauca, los relatos de la región permiten comprender las experiencias que nutren las cosmovisiones de la comunidad y la concepción del tiempo. Son ellos y ellas quienes narran cómo los ciclos naturales, en diálogo con la protección y cuidado de la madre tierra, dan sentido a unas temporalidades que no se limitan a la mirada gregoriana del calendario; para ellos y ellas “el tiempo no es cronológico ni el espacio simplemente físico” (Osorio, 2007. p 109)

De esta manera, el tiempo y el espacio, bajo la cosmovisión Nasa, dan lugar a formas diferentes a las convencionales, escapan de las concepciones y mediciones. Comprensiones milenarias que llaman a la naturaleza, a escucharla y conocerla: 

Para los pueblos originarios el tiempo no se mira desligado de la cotidianidad de las plantas, los animales, las estrellas, el cielo, el agua… Hace parte de la concepción del andar, que en la manera como se vive la Tierra, volviéndola el territorio.  (Asociación Juan Tama, 2020. p 34) 


Esta afirmación muestra la relación con la Uma Kiwe y las señales del cosmos que, como caminos, se materializan en la mirada temporal y espacial en vínculo con los sentidos espirituales. Denominado el Andar en el tiempo, esta ruta temporal da cuenta de un calendario propio que representa la continuidad de su paso en ciclicidad. El Andar en el tiempo refiere a los recorridos de la luna y el sol, es decir, que tiene en cuenta las fases para entender el trasegar del día y de la noche en diferentes épocas, allí están inmersos momentos y seres espirituales, que orientan las acciones que adelanta el pueblo.

Imagen 3. El andar del sol.

Tomado de: CRIC- PEBI, 2016.

 

Al igual que en las prácticas de los pueblos andinos, el andar del tiempo ubica los cuatro momentos del sol. Allí el astro sale cuatro veces al año, en tres sitios o filos diferentes de las montañas. Así configura dos tiempos grandes de aguacero y dos tiempos grandes de sol durante el año. (CRIC- PEBI 2016. P 12). Tal como lo expone el mayor Joaquín Viluche en la imagen 3, su camino de sur a norte y de norte a sur da una lectura del caminar. Para ellos, el punto en el que nace y se oculta muestra su posición en relación con la tierra y es una señal que los mayores saben interpretar (Comunicación personal Profesor William Bermúdez, junio de 2023).

 

Esta representación marcada por los andares del sol y la luna, muestran los ritmos del cosmos que inciden en las cosechas, en los comportamientos de las personas y de los animales. En su representación, el pueblo Nasa traza un rombo y en su interior ubican la espiral, la cual da cuenta del vínculo con el territorio y en el que transita un pasado vivo, un pasado que representa el futuro al que se anda. Esta figura recuerda a la cosmovisión Nasa el inicio y permanencia en el tiempo, de allí es posible distinguir cuatro esquinas que identifican las épocas solares. La imagen 4, corresponde a la representación del andar del tiempo de los niños y niñas de la sede San José de la Institución Educativa Indígena El Mesón.

 

En la figura las dinamizadoras y estudiantes registran cuatro bastones diferentes (oro, bronce, plata y chonta), cada una corresponde al sol, la tierra y la luna. Al unir los bastones en forma de rombo se encuentran los cuatro momentos relacionados con los cuatro seres espirituales (agua, fuego, viento y tierra) y, a la vez a los rituales mayores, de los cuales se hablará más adelante. Esta figura, es la representación concreta del andar del tiempo.

 

 

 

 

 

 

Imagen 4. Representación del Andar del Tiempo- Armonización del Sek Buy.

 

Elaborado por estudiantes y dinamizadores de la Institución Indígena El Mesón, sede San José (2023)

 

El rombo que define el pueblo Nasa, también se encuentra en los aportes del Consejo Regional Indígena del Cauca -CRIC- y, en especial en el trabajo que adelanta el Mayor Viluche (2023), allí encontramos que cada época grande expuesta en las imágenes suma veinte épocas pequeñas, cinco en cada momento, por esta razón encontramos unos dibujos que dan cuenta de cada tarea específica. Estas se denominan y caracterizan según las señas y señales particulares que guían las prácticas culturales y los saberes ancestrales en comunicación plena con el territorio y la pervivencia.

En este sentido y según las orientaciones del Mayor Viluche:

Ancestralmente, el tiempo en nuestros territorios se distribuye en 20 épocas cada uno de 18 días más los cinco días para las ceremonias principales, el año reinicia en la época del sol, corresponde a Junio (21) y el final del año es la época de la flauta, en el mes de mayo (CRIC- PEBI, 2016. p 15)

 

En la figura 2 se relacionan los momentos o épocas que se expresan en el calendario propio.  Se evidencia que estos momentos se nominan como épocas, construidas desde las lecturas de la madre tierra, el sol, la luna y su relacionamiento con las actividades humanas: 

Figura 2. Calendario del pueblo Nasa- Épocas del año.

 

Elaboración propia a partir de talleres, entrevistas y documentos CRIC- PEBI.

Se reitera entonces, que el tiempo está en conexión con las plantas, los animales, los cerros, las lagunas y los ríos, son estos lugares y especies quienes aportan la armonización y dan luz a los diferentes espacios sagrados de la madre tierra. En esta lectura, el The’ Wala orienta las armonizaciones mayores, aquellos rituales que entretejen los sentidos espirituales y las cotidianidades de la comunidad, siendo el andar del sol una percepción del tiempo necesaria para el día a día. En este sentido y siguiendo a Vidal (2021) los encuentros y celebraciones encaminados a agradecer a la Madre Tierra y a los seres espirituales permiten fortalecer los procesos agropecuarios y comunitarios:

 

Los rituales son ofrecidos a la madre tierra en diferentes épocas, estas dependen del camino de la luna y del sol, los cuales guían los procesos indígenas por medio del andar del tiempo que son esenciales para que los procesos avancen con buen rumbo y den sus mejores frutos en aras de beneficiar las comunidades indígenas del pueblo nasa. La espiritualidad y los rituales van de la mano ya que de estos depende que la naturaleza este en armonía con el ser nasa; también los rituales se pueden ofrecer cuando se tiene una petición ya sea en lo académico, en lo agropecuario, en conservar las semillas, que haya abundancia, que el clima sea moderado entre otros. (Vidal, 2021, p. 15)

 

Por lo anterior, estos encuentros familiares y comunitarios previstos en el andar del tiempo ubican las cuatro grandes épocas y en cada una se definen estos rituales o armonizaciones mayores que son:

 

Figura 3.  Armonizaciones del pueblo Nasa.

Diagrama

Descripción generada automáticamente

Elaboración propia a partir de los registros elaborados por niños y niñas de la INEIM (2023).

 

De la mano del sol, se dispone la lectura de la luna, cada edad representa un momento y caracteriza los cultivos y las personas que germinan o nacen según la fase lunar.

Imagen que contiene Diagrama

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Imagen 6: Taller pedagógico: Edades de la luna. Elaborado por Sharol Cucuñame Flor.

 

La luna, es:

 

la consejera del tiempo, es quien conoce todos los procesos de vida de los hijos, controla y orienta los períodos menstruales de las mujeres, por eso, cuando la tierra estaba joven y en embarazo del padre sol, era la luna, quien orientaba con su sabiduría de como parir, criar y hacer crecer a los hijos. Lo mismo hace durante la gestación del Agua y la Estrella, cuando está se embaraza en las y los caciques (CRIC- PEBI, 2016, p 81). 

 

Siendo Luna la representación femenina, “las fases de la luna se relacionan con el crecimiento o etapas de desarrollo de una mujer: Niña tierna, jovencita, adulta y abuela” (CRIC- PEBI, 2016. p 153), mostrando la relación que hay entre el ciclo menstrual y las fases lunares, ello da cuenta de los momentos que son óptimos para la reproducción, el descanso y la creatividad. En este sentido la luna, al igual que la madre tierra, se convierte en un ser dador de vida y recuerda que el camino requiere de descanso y momentos de acción, algo importante que quiebra la idea de la eficacia y eficiencia en un mundo centrado en la producción y el consumo.

DISCUSIONES

            Esta investigación nos reta a abordar nociones temporales que no se reducen a un asunto mercantil o del consumo. Por ello interpela, de alguna manera, las nociones gregorianas, que indican el inicio del año cada 365 y ¼ de días, los cambios estacionales, y que posteriormente en el mundo capitalista tendrá expresión en los husos horarios y su relación con el sistema de mercado y consumo.

Lo anterior es un asunto relevante para la comunidad Nasa, el tiempo no se limita a un tiempo cronológico, para ellos,

 

el tiempo es persona, es ser vivo, es mujer y es hombre, por lo tanto, están continuamente caminando en el sentido espiral en nuestros territorios, orientado el tiempo de descanso (sic) – de trabajo, el tiempo de simbra- de no siembra, el tiempo de concentración- de desorientación, el tiempo de paz- de guerra, el tiempo de armonía- de desarmonía. La luna, el sol, las estrellas, Venus, los demás planetas son orientadores de los seres vivos en el universo. Desde el átomo hasta el organismo más grande del universo esta en este gran camino del tiempo, por eso la vida de los seres vivos depende si seguimos esas huellas o desviamos el camino (CRIC- PEBI 2016. p 12).

El tiempo de la pervivencia no instrumentaliza, aporta a los procesos de preservación de la vida y cuidado de todo lo vivo: seres espirituales, Uma Kiwe, seres humanos, etc. Por ello se distancia de lo instituido en el calendario gregoriano, pues el tiempo entendido como cuerpo y vida favorece y posiciona los ritmos propios, tiene sus momentos de ritual que, por supuesto, no se vinculan a las celebraciones litúrgicas convencionales.

Con estos acercamientos, se permite afirmar, que los tiempos refieren a memorias, evocaciones, momentos y sentidos que de la mano de la madre tierra buscan la manera de preservar, revitalizar y pervivir. Acciones que desbordan y tensionan las periodizaciones de la historia oficial, instaladas desde nociones como la nación o el Estado.

Este tiempo se anda en la comunidad, pero también en la propuesta curricular de la INEIM, entre tanto los procesos formativos atienden estos momentos del andar del sol- Sek y las orientaciones de la luna, A’te. Por ello en luna nueva se dan los momentos de evaluar, planear, proyectar, mientras en la luna llena, la fuerza del pensamiento, de la concentración, de los procesos de producción de reconocimiento es más propicia.

Con todo ello, consideramos que en los espacios educativos urbanos, rurales, populares de nuestra América, estas comprensiones temporales podrían ayudarnos a entender los ritmos vitales y la connivencia en armonía con los otros, para arriesgar experiencias contrahegemónicas y anticapitalistas, que permiten recuperar tiempo como noción del descanso, la espiritualidad y el trabajo en función del cuidado de la Uma Kiwe, es decir de la vida misma.

REFERENCIAS

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 Comunicación personal:

Conversación con el profesor William Bermúdez, Rector INEIM. Junio 2023